El puerto de Cartagena (España) era base de las galeras imperiales, y desde donde se controlaba el tráfico del Mediterráneo meridional. Tras alcanzar Algeciras y Melilla, la ruta recorre las plazas africanas que, en un momento u otro, pertenecieron a Carlos V (Orán, Argel, Bujía y Bona -en Argelia-, y Túnez.), tocando posteriormente las estratégicas islas de Pantellería y Lampedusa (ambas de Italia), para alcanzar finalmente el puerto de La Valetta (Malta), capital de la isla que Carlos V cedió a la orden de los Caballeros de Malta a cambio de un tributo legendario, un halcón maltés que, anualmente, estos debían entregar al emperador.