Siena fue desde el nombramiento de Carlos V como emperador un feudo imperial. En 1520 el rey había confirmado los privilegios de la ciudad y años más tarde estableció una guarnición, que permanecería hasta 1554, cuando una revuelta popular expulsó a los ocupantes. El emperador envío a sus tropas y a sus aliados florentinos para tomar de nuevo la ciudad. Tras la derrota en la batalla de Marciano y dieciocho meses de asedio, Siena es tomada por las tropas imperiales.