A partir de 1528, el emperador Carlos V y Génova establecen una alianza por la cual el monarca protegía y sostenía a la Serenísima República mientras que esta mantenía su fidelidad al Imperio en su lucha contra Francia, a través del apoyo de la armada genovesa y especialmente mediante el crédito de sus banqueros, verdaderos financiadores de la empresa imperial de Carlos V.